martes, 26 de abril de 2011

Real Madrid - Copa del Rey

La mayor alegría del madridismo desde la Séptima en Amsterdam. Mourinho pasará a la historia por haber noqueado al mejor Barça de todos los tiempos. La final más grandes de todos los tiempos. Iker Casillas, capitán y héroe eterno.


Desde el cielo. Cristiano se elevó al firmamento de Valencia, se quedó suspendido en el aire dos segundos que parecieron dos siglos. Los que confirman la hegemonía del mejor club del siglo XX y del XXI: el Real Madrid. Un equipo de legionarios que tiene un estilo único que lo convierte en un objeto de culto para sus fieles: la honradez, el compromiso y la pasión por un escudo. Creía que amaba al Madrid por encima de muchas cosas, pero anoche en Valencia ocurrió algo mejor. Me enamoré. Y conmigo los 22.000 valientes que se dejaron la garganta en Mestalla y los millones y millones en toda la piel de toro que van a hablar durante décadas de una final que quedará en la memoria. Por eso mucha gente es del Madrid. Por noches tan hermosas como ésta. ¡Así, así, así gana el Madrid!



Ambientazo. No me extraña que este partido se haya visto hasta en Trinidad y Tobago. Es un orgullo como periodista español tener la fortuna de narrar in situ las andanzas de los dos mejores equipos de fútbol del planeta Tierra. Un espectáculo inmenso, colosal. En el campo y en las gradas de Mestalla, que vivieron una fiesta difícil de mejorar. El colorido de las gradas fue de premio, la tensión ambiental se cortaba con una afilada hoja de afeitar, cada minuto parecía una eternidad, cada falta estaba en la frontera de la amarilla y la roja, cada desmarque era un volcán con 50.000 almas en vilo Se lo digo de corazón, jamás viví una final con tanta intensidad emocional. ¡Viva la Copa!

Fiestón. Felicito a la ciudad de Valencia y a sus fuerzas de seguridad por lo bien que organizaron el evento. Los madridistas, más animosos y numerosos, en el cauce del Turia. Los azulgrana en la parte norte de Mestalla. Cada oveja con su pareja y buen rollo, pero desde que llegué a las cinco de la tarde a la Fan Zone vikinga supe que esta Copa volvía a casa. Hasta el padre de San Iker Casillas y el hijo de Zoco (no olvido cuando en 1974 recogió la Copa en el palco del Calderón tras meterle 4-0 al Barça) me animaban como si fueran dos niños ante esa réplica de Cibeles, que se convirtió en un objeto de peregrinación festiva y pacífica. Por un momento, me hubiera zambullido entre la multitud y hubiera querido que ese instante se hubiese eternizado. Qué gozada de final ...



'Mazinger' Pepe. Desde el 5-0 de noviembre había transcurrido medio año. Tiempo de sobra para que un estratega de ciencia-ficción como Mourinho buscase el antídoto para convertir el tiqui-taca en una película en horario infantil sin margen para sorprender al enemigo. Y Pepe tuvo mucho que ver en eso en el primer asalto de la final. En la primera parte desquició a todos, cortocircuitó el vals del centro del campo culé y encima firmó la ocasión que puso en pie a un Imperio al cabecear a la madera de Pinto tras un pase picassiano de Özil. El 0-0 del intermedio no hacía justicia al partidazo de un Madrid imponente. Con Pepe vestido de súper héroe ...
Real Mourinho. Bendigo la hora en la que este portugués de Setúbal firmó su contrato por el Real Madrid. Anoche, dio una lección táctica que será objeto de estudio en los clínics de entrenadores. Míster, obrigado de corazón por habernos hecho tan felices. Me voy llorando de emoción a casa. Le contaré a mi hermanita pequeña que su Madrid ha ganado otra Copa. Como de costumbre.


Un solo gol en ciento veinte minutos, pero un gol hermoso en su clasicismo, en su perfección, en su contundencia. Centro del extremo izquierda ("el mundo necesita democracia y extremo izquierda") y cabezazo impecable del nueve, papel que ayer asumió Cristiano. El único gol de una final, pero no supo a poco. Fue una final hermosa, intensísima, en la que los dos equipos mostraron hasta el fondo sus virtudes y sus temores. Magnífico el Madrid en la primera parte, encogiendo al Barça. Magnífico el Barça en la segunda, con su fútbol preciso y preciosista. Magníficos los dos en la prórroga.

"¡Así, así, así gana el Madrid!". El grito que nació en Gijón para zaherir al Madrid fue adoptado por los madridistas desde hace años para las ocasiones especiales, heroicas. Y fue el primer grito que estalló en Mestalla, en el fondo blanco, mientras el blaugrana se disolvía discretamente. Era una ocasión heroica, en efecto. Porque el Madrid había batido al Barça, un equipo realmente superior, porque reconquistaba la Copa, olvidada desde hace dieciocho años, y porque esa victoria es una promesa cara a las inminentes semifinales de Champions. Pocas victorias le han sabido nunca tan bien al Madrid.



Mourinho lo hizo. Para eso vino, y aunque la Liga ya es culé, esta Copa anuncia que puede estar por llegar un tiempo nuevo. El mérito es que el Barça que se le opuso anoche fue un Barça íntegro, con todas sus piezas, con todo su funcionamiento. Ante eso plantó un equipo corajudo, nada que ver con el medroso grupo de la primera hora del Bernabéu. En la primera mitad desarticuló al Barça; en la segunda, resistió su rearme; en la prórroga, lo batió. Sí, Mourinho lo hizo, y aunque hay que reprocharle bastantes cosas, se puede insistir en un concepto: los viejos valores del Madrid sí están sobre el campo.



La salida del Real Madrid fue tácticamente digna, agresiva, atrevida y alejada del modelo rácano que se vio en el primer tiempo del Bernabéu. Pepe, Khedira y Xabi dieron un paso adelante, empujando a Di María, Özil y Cristiano hacia la defensa del Barça, incomodando a Piqué, Busquets y Mascherano en la salida. Ese sí era el Madrid que esperaba la afición blanca, con arrojo táctico, no dejándose envolver y aceptando el duelo. Un Casillas inédito resumía el control del partido por parte de Mourinho. Pero... La segunda parte fue un sufrimiento para el Madrid. El Barça liberó a Iniesta y Xavi, a la vez que Messi se erigía como majestuoso futbolista. Mou metió a la hora de juego a Adebayor por Özil, buscando la contra. La agonía blanca acabó al sonar la campana del 90'.

La prórroga. Ahí estaba Cristiano, esperando. La segunda mitad del Barça presagiaba mejor destino, pero no fue suficiente. Fue un partido efervescente, y hasta el final hubo burbujas, una de las cuales aprovechó con tino el mejor delantero del Madrid.


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